lunes, 30 de julio de 2007

Capitulo primero

Aquella mañana no se había molestado en dibujar sobre su cuasi desierta cabeza la ya conocida raya que como cada mañana colindaba con su oreja izquierda y ayudaba a disimular el otoño capilar. Andando deprisa e inquieto, miro hacia atrás en aquel preciso momento. Estaba seguro. Lo había visto.

El reflejo de lo acaecido hacia apenas unas eternidades le perseguía y se escondía al doblar cada esquina. Le miraba de reojo, agijoneandole la memoria. Airado intento correr pero la edad y el temblequeo que había empezado a recorrer cada recoveco de su retorcida y nervuda anatomía no le permitieron salvar más de media manzana. Aterrado con los ojos desenfocados contemplo el lugar al que le habían conducido sus presurosos pasos. Su casa. Aquí empezó todo.

El olor agridulce del néctar de las venas acudió raudo a su nariz; empezaban a descomponerse.

El escalón sobre el que tuvo que sentarse, para no rodar por el suelo, parecía helado y el tacto le ayudo a despejarse. No podía alejarse del antaño llamado hogar. No podía dejarlo así, jamás descansaría tranquilo, ese estúpido reflejo no le dejaba ni a sol ni a sombra y una vez le vio sentado se acerco despacio. Se choco con su costado, se acuclillo frente a frente y reflejando el terror del anciano en sus inexistentes pupilas, pronuncio: Tu les has matado.








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