Dicen que hay pocas cosas sagradas, y no hablo precisamente de las bíblicas, si no de otras más sencillas. Mundanas y autenticas, de las que se palpan con las yemas de los dedos y que se sienten con la punta de la lengua. Saben y huelen, viven y mueren mientras fluyen por el mundo invadiendo cada rincón que se tercia y dando y quitando al tiempo, el todo y la nada. Hablo de la amistad. O de algo similar, que en ocasiones te inunda y en otras simplemente...te seca.
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