jueves, 3 de enero de 2008

Entre almohadones

-"No sueltes ni el más mínimo gemido" le dije con la palma de la mano taponandole la boca y los ojos taladrandole el alma.

Supongo que un espacio para mi y mi alocado mundo es una de esas cosas por las que he luchado siempre y hasta hace muy poco no podía decir que lo hubiera conseguido. Ahora es mio. Apartir de la cocina empieza, mi pequeño estudio.
Lo primero que instale fue un caballete de madera pulida, regalo por mi, aun fresco, cumpleaños. Coloque mis pinturas en los cajones del armario, ordenadas por categorías y colores y esparcí los folios con o sin dibujos, mientras los lienzos poblaban todos los rincones. Un rollo enorme de hojas vírgenes marco el principio del fin y mi pequeño mundo se encadeno con el firme y particular propósito de robarles a todas la pureza. Y no solo a las hojas...
Al final ya con todo instalado me di cuenta de que faltaba algo muy básico, una pata de mi mundo que ni había considerado con la emoción del primer contacto. Un lugar donde perpetrar mi otro yo, el lascivo. Y con la excusa de que eran necesarios para que mis amigos pudieran sentarse durante el transcurso de sus visitas, entraron en escena tres enormes cojines.
El único inconveniente que le veía, y si digo le veía por que ya no me lo parece, era la presencia de mi padre al otro lado del muro. Posando la oreja contra la pared fría se escuchaba el rasgar de su pluma contra sus folios, o el pasar de la escuadra y el cartabón trazando planos. Me sentí coartada, he de reconocerlo, y durante un tiempo di rienda suelta a mis pasiones pictóricas por el día y a las impúdicas de forma nocturna, cuando el estuviera descansando en casa.
Hasta esta tarde.
-"No sueltes ni el más mínimo gemido" le dije con la palma de la mano taponandole la boca y los ojos taladrandole el alma. Mientras mi mano descendía veloz a desabrochar los botones de sus viejos pantalones marrones y su risa entrecortada no creyéndome en serio causaba estragos en mi determinación. Se me deshizo la boca cuando con violencia y contra su voluntad le obligue a "dejarse llevar"...
Lo que antes era miedo se convirtió en lujuria exacerbada. Y apoyada en la muralla que me protegía de mi padre vi la luna y las estrellas...y creo que también a Santa Claus.
La verdad es que no recuerdo los detalles, solo se que quiero más.
Y que ya he conquistado del todo mi espacio.



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