viernes, 4 de enero de 2008

Desencuentros

Se encontraron como nunca, viéndose de lejos entre la espesura de la muchedumbre. Los árboles desnudos saludaron al viento y las vidrieras de los edificios insomnes de la Gran Vía reflejaron sin pudor la emoción contenida de aquel momento. Bajo la expectación de aquel publico silencioso uno bajo la mirada y el otro siguió su trayecto. El estaba más delgado y su semblante arrugado reflejaba la tristeza de su alma inquieta, ella sobrevivió su adolescencia y el tiempo había soplado y casi borrado de su piel la fina capa de inocencia que antaño había recubierto todo su cuerpo. Una mano temblorosa la detuvo a tiempo. Mientras, unos ojos, que al principios parecían seguros, y comprobando la huida que el tiempo había provocado sobre el candor de su pequeña, interrogaron su alma, cercanos a una amarga tormenta.
-“Niña mala, aún te quiero”.
Un vistazo al suelo basto para saber que demasiado tarde era la sentencia. Y siguió caminando perdiéndose entre el gentío, mirando hacia delante. Mientras el cristal de un edificio tuvo que sujetar la espalda de el, y el viento congeló la lágrima a la que no pudo evitar el paso. No era por ella, era por todo. Hoy más que nunca, estaba solo.



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